En años anteriores había oído hablar del Festigame. Este año decidí asistir a Espacio Riesco para ver qué sensaciones me dejaba uno de los eventos más importante de videojuegos del país. Libreta en mano, aquí va la historia.
⚠️ NOTA: Si te da lata leer, llega directamente a las conclusiones más abajo.
Procrastinar
Debo reconocer que procrastiné durante varios meses mi asistencia al Festigame. Creo que el motivo principal fue la incertidumbre. Cuando supe que volvería a organizar el evento, esperé por semanas alguna parrilla de actividades y expositores. Conforme se sucedieron las semanas lo único que ví fue un evento de lanzamiento con algunas influencers locales ligados de una u otra manera a la industria. De las marcas o actores relevantes, ni una sombra.
La fecha se acercaba y sabía que la decisión de ir o no a Festigame estaba a la vuelta de la esquina. Solemos pensar que la procrastinación es una herramienta útil para la toma de decisiones, que mientras más esperamos, más información podemos recolectar para tomar una decisión. Bueno, lamentablemente eso no es así según dicen los investigadores. Según el profesor Tim Pychyl, profesor de Psicología de la Universidad de Universidad Carleton en Ottawa, Canadá, “La procrastinación es un problema de regulación de emociones, no un problema de gestión de tiempo”. Si pienso en retrospectiva puede que sea así. Hasta ese momento no había ninguna señal de lo que yo podría imaginar de un evento como este. Mala señal de la organización por cierto. Quizás sea yo el exigente o quizás mi entendimiento acerca de este evento eran diferentes a los del resto, fuera como fuera, la dudas seguían en el aire.
Twitter, plataforma que amo y odio por partes iguales, me entregó algunas luces semanas antes del evento. Al parecer la vieja guardía se hacía las mismas preguntas que yo. El secretismo en este tema de los eventos nunca es una buena estrategia, al menos que te guardes a as bajo la manga, de lo contrario, siempre no resulta ser una buena jugada.
La ebullición de todo ese asunto llegó cuando leí en un hilo de Twitter que Xbox, PlayStation y Nintendo no estarían en el evento. Los principales actores de la industria no iban a participar de Festigame. Era un balde de agua fría y un importante peso para que una balanza se inclinara para un lado o para el otro. Pensaba ¿cómo sería un evento de videojuegos sin sus principales actores? Parecía que no había respuesta para esa pregunta, pero la única forma de averiguarlo era asistiendo. Esa era la señal.
Viernes
Mi viernes comenzó en El Honesto Mike, un boliche de hamburguesas de Providencia, donde almorzaría, después de mucho tiempo, con mi amigo Benja. Llegamos caminando al local de Avenida Los Leones y en un preludio de lo que sería el resto del día, había una insufrible cola para poder conseguir una mesa. Mientras esperábamos nuestro turno, comenzamos a ponernos al día. El Benja me preguntaba sobre Festigame y cuál era mi idea de asistir, ¿qué esperaba encontrar allí?, me preguntaba. Bueno, esas eran otras buenas preguntas, para la cual aún no tenía respuesta. Cuando traté de linar algunas palabras, la diosa fortuna golpeó nuestra puerta y la anfitriona levantó su mano y señaló con sus dedos una V, señal inequívoca que tenía una mesa para dos. El Benja rompió la fila y se apuntó frente a la niña. Nos sentaron al fondo, en una mesa estrecha ambientada entre conversaciones ajenas y el sonido de los platos de la cocina. Animamos el almuerzo con unas Cielito Lindo y unas hamburguesas. Mientras yo me decidía por la McDowells y el Benja elegía por la Making Burgers Great Agains (lindos nombres por cierto). La conversa transcurrió entre los típicos temas que se suscitan entre dos personas que no se ven hace tiempo, la familia, el trabajo, la universidad y la contingencia, el apruebo y rechazo y todas esas burradas. Luego de una hora, los vasos de Cielito Lindo se habían vaciado y había que seguir con el itinerario. Pedimos la cuenta y cuando la mesera llegó con el recibo el Benja se propuso a pagarla, pero ahí yo saqué el barrio que llevo dentro y en un timo bien intencionado me adelante pagar a cambio que me fuera a dejar a Espacio Riesco. Trato hecho me dijo el Benja.
Tomamos el auto y nos encaminamos rumbo a Ciudad Empresarial. Luego de unas vueltas por aquí y por allá llegué al recinto, eran cerca de las 3pm y había una horda de personas transitando en el acceso de Avenida El Salto. Nos despedimos sin antes acordar que nos volveríamos a juntar. Me bajé del auto y comencé a caminar hasta el acceso del recinto. Mientras cruzaba los doscientos metros entre la calle y el acceso al recinto volvía a pensar en las preguntas previas y en las que me había dejado el Benja en el almuerzo, ¿cómo sería un evento de videojuegos sin sus principales actores?, ¿qué esperaba encontrar allí?. Antes que pudiera pensar en una respuesta había recorrido el trayecto y estaba frente al torniquete que controlaba el ingreso.
Crucé el dintel de la puerta de acceso y la mezcla de sonidos automáticamente me despertó del letargo de las preguntas que me venían inquietando. Debo reconocer que anduve perdido por lo menos unos quince minutos. No lograba entender la dinámica y la distribución de los puestos. A medida que avanzaba entre la gente, venía stands de bebidas de fantasía, tiendas de retails, incluso de marcas de baterías. Empezaba a entender que las preguntas que me daban vueltas tenían algún tipo de peso. Me tardé unos cuarenta minutos en recorrer todo el recinto, de arriba a abajo. Mi primera sensación fue de insatisfacción. ¿Dónde están los videojuegos? o más bien ¿dónde está la industria de los videojuegos? porque claramente habían videojuegos desplegados en monitores de todas dimensiones, pero giraban en torno a los que todos conocemos, Valorant, Call of Duty, League of Legends, FIFA y F1. Me sentí estafado durante algunos minutos, especialmente cuando no sabía qué más hacer. Mi cabeza deambulaba entre sacarme la idea pre concebida de un evento de videojuegos y tratar de disfrutar el momento a cuesta del tiempo y dinero invertido. Pero lo que más me hacía dudar era que, a pesar de todas las carencias, el recinto estaba plagado de gente, amantes de los videojuegos y la cultura pop repartidos por igual.
Volví a hacer el recorrido stand por stand, ahora con un ojo más clínico. Libreta en mano fui anotando detalles de cada uno de los puestos, el stand de OMEN con Corsario a la cabeza le daba un poco más de onda gamer al asunto. Así terminó mi viernes registrando un checklist de observaciones. Salí del recinto en una oscuridad absoluta, tanto literal o figurativamente. La noche había caído sobre Santiago y regresaba a San Felipe con más dudas que preguntas. Mientras esperaba la micro B02 para volver al terminal, un grupo de cabros parados a un lado mío analizaba el primer día de Festigame. Las dudas no eran solo mías al parecer.
Sábado
El mal sabor de boca me despertó el sábado, eso sin contar el dolor de pies que tenía por caminar quizás cuantos kilómetros dentro del recinto. Cuando me compuse, entré a Twitter solamente para buscar impresiones acerca del primer día. Escribí el hashtag y encontré de todo un poco. No eran lo suficientemente buenas para convencerme de ir otro día más. Cuando ya estaba casi decidido a no ir, encontré mi entrada para el día sábado y me fijé en su precio, no suelo ser tacaño, pero pensé, “pagué por esta hueva, si que tengo que ir, aunque sea un rato”. Aquí no hubo procrastinación, solo un impulso violento. Me duché y partí al terminal.
A las 2:00 pm estaba en Santiago, subiéndome a un vagón del Metro en una vacía estación Los Héroes. Me bajé en estación Cementerios y como bien lo dice su nombre, a esa hora no había un alma en la calle. Llegué medio acalorado al paradero de la B02, así que busqué una sombra detrás de un letrero que había en la parada. Unos quince minutos después, divisé por el rabillo del ojo a una niña que llegaba al paradero, la miré rápidamente y vi que estaba prendiendo un pucho. De vez en cuando miraba para ver si venía la micro, al menos eso era lo que yo interpretaba. Pasaron unos diez minutos más y desde la esquina se asomó un auto burdeos que se paró frente al paradero, la niña caminó hacia el auto sin antes apagar el cigarro, abrió la puerta trasera y me dijo “Si vay al Festigame te llevo”. La verdad no lo dude y en un salto de fe ya estaba arriba del auto.
El chofer del Uber puso primera y nos fuimos por Avenida El Salto. Dos cuadras más allá rompimos el hielo con las típicas preguntas. Ahí conocí a la Vania, una ferviente asistente a este tipo de eventos. Noté que llevaba la mochila del GamerPack, que era parte de los regalos que se entregaba por comprar un abono preferencial. Me contó las cosas que traía, puras chucherías para ser honestos, nada de importancia. Luego le pregunté hace cuánto tiempo iba al Festigame a lo que me contestó que llevaba varias ediciones asistiendo, pero se apuró en resaltar que esta edición era la más baja de todas en las que había participado. Le pregunté el porqué y su respuesta fue clara, no había mucho de videojuegos, faltaba “más presencia de la industria” me recalcó.
A esa altura de la conversación ya estábamos llegando a Espacio Riesco. Nos bajamos en segunda fila, frente al recinto y por supuesto le pagué la mitad del viaje. Me dio las gracias por haberla acompañado en el Uber, me contó que no le gustaba viajar sola en estos sistemas debido a malas experiencias previas. Nuestra conversación siguió hasta el control del recinto, ahí nos despedimos. La Vania tenía más pedigrí que yo, gracias a su GamerPack se podía saltar la fila, en cambio yo, tenía que serpentear una tremenda fila humana para llegar a la puerta.
Cuando nuevamente crucé el dintel de la puerta de acceso, sentí inmediatamente que había mucha más gente que el día anterior, los espacios para caminar eran mucho más reducidos que antes. Con la dinámica ya aprendida, comencé a caminar y llegué directamente a presenciar la final del torneo de Pokémon Unite. Se notaba que había un buen ambiente, los animadores le daban su toque para motivar a la gallá que estaba sentada frente a enormes pantallas. El espectáculo estuvo bueno, ambos equipo dieron lo máximo por llevarse una copa bastante chora que había en un escenario secundario. Cuando la batalla terminó, salí del sector y nuevamente comencé a dar vueltas, repitiendo la misma dinámica.
A diferencia del viernes, noté que había más Cosplayers. La fauna de personajes era increíble, de todo tipo, unos mejor logrados que otros, pero con una energía y disposición que contagiaba. En esta oportunidad no me detuve a mirar los stand, creo que ya tenía una opinión formada en base a lo que había visto el viernes, si que esta vez me dediqué más a ver los puestos en el mercado y jugar uno que otro juego.
Descubrí que estos eventos pueden convertirse en ocasiones en espacios mágicos y encontrarse con personas que no veías desde hacía mucho tiempo. Así fue que me crucé con mi querida JaviCross, streamer nacional, a la cual sigo en su canal de Twitch sagradamente (o al menos eso pretendo) y que conozco desde hace un tiempo. A pesar de lo breve de nuestra conversación, me gustó haberla visto y de verla participando en este tipo de eventos. Pero eso no fue todo, también conocí a la Angi_out, también una incipiente streamer nacional que viajó cerca de trece horas para asistir a Festigame. Con la Angi tuvimos más tiempo de compartir, dimos varias vueltas por los stand y conversamos acerca de nuestras impresiones sobre el evento. Creo que llegamos a los mismos consensos, lo reiterativo de los stand y la falta de creatividad de las marcas, la ausencia de las principales empresas de la industria y un largo listado.
Debo reconocer que ese segundo día lo disfruté más que el primero, quizás el haberme reencontrado fugazmente con la Javi y haber conocido a la Angi cambió mi percepción o quizás fue que ya sabía a lo que iba por lo que las expectativas estaban más aterrizadas. Sin importar cuál fuera el motivo, volví a San Felipe más contento.
Conclusiones al cierre
Partí esta nota con una pregunta importante: ¿cómo sería un evento de videojuegos sin sus principales actores? y la respuesta creo haberla conseguido después de dos días de Festigame. La verdad, un evento de videojuegos se diluye sin sus principales actores, de eso creo que no hay duda. Se desvirtúa su propósito y todo lo que lo sigue, simplemente, pierde sentido. Creo que eso pasó con esta edición de Festigame, independiente de las buenas intenciones. Debo reconocer que me sentía más en una convención de cultura pop, muy envasada comercialmente, que en un evento de videojuegos. A mi juicio esto se explica en los siguientes motivos:
Los días previos al evento leí en Twitter un par de hilos sobre la ausencia de las grandes marcas de videojuegos en Festigame. No estaría Nintendo, Xbox ni Playstation. Independientemente de los motivos de sus ausencias y de las lecturas entre líneas que se pueden hacer, sean ciertas o no, el trasfondo se traduce que no se puede catalogar un evento de videojuegos sin desarrolladores ni estudios. Ojo, es una opinión personal. Con seguridad el papá o la mamá ven a este evento como una oportunidad para tener un panorama de fin de semana con los hijos, y este punto le puede importar un carajo, lo que le importará es que el cabro llegué contento a la casa. Para un odioso como yo, que busca explorar los rincones de la industria y conocer más sobre ella, esto simplemente es un portazo en la cara.
Esto desencadena un segundo punto. La falta de entendimiento de la organización del evento acerca de la misma industria. Si sabes que los actores estelares no asistirán, por el motivo que sea, busca opciones más cercanas, no solo como elementos de reemplazo, sino como sustento genuino. En Chile existen más de veinte empresas desarrollando videojuegos, empresas grandes y pequeñas, que pueden aportar esa cuota necesaria de industria. Estos eventos deben ser una forma de articulación, difusión y orgullo de nuestra propia industria. El ecosistema nacional de videojuegos está creciendo y no es posible que sus actores locales no participen, más aún cuando recientemente aparecen noticias como la adquisición de Gamaga por parte de Kongregate por un monto cercano a los 5 millones de dólares.
Por otra parte está la falta de capacidad creativa de las “grandes empresas” para montar un stand. La mayoría, para no decir todas, cayeron en el mismo denominador común: montar un par de escritorios equipados con unos computadores y dejar corriendo Valorant. ¿Dónde está el ingenio en eso? sin contar que el puesto de al lado tenía lo mismo. Esta falta de entendimiento de la industria por parte de las grandes marcas siembra, a mi juicio, un manto de dudas acerca de la visión que se proyecta sobre el gaming y todo su ecosistema, lo que no deja de ser preocupante considerando que hoy en día un parte no menor del presupuesto mensual se destina al ítem de entretención. Percibí una mirada simplista y simplificada al mismo tiempo, sabiendo de las particularidades y recovecos que tiene esta industria. Finalmente esto genera una falta de engagement entre los potenciales consumidores y las marcas, además poco aprovechamiento de una instancia como esta.
Como punto destacable están los Cosplayers. Creo que no se puede, por ningún momento, olvidar a las personas que devotamente se personifican a sus ídolos o personajes favoritos. Los cosplayers fueron, sin lugar a duda, uno de los puntos más altos del evento. Su dedicación, atención a los detalles, esfuerzo y empeño son dignos de admirar y aplaudir. En mis viajes de ida y vuelta a Espacio Riesco me topé con muchos de ellos y es tremendo el sacrificio que hacen por estar. Creo que es una representación de la admiración y amor hacia un trabajo más noble que se puede encontrar. Finalmente nos hace entender que las empresas no arman las grandes industrias, más bien son las personas las que le dan vida, y esto es un claro ejemplo de ello.
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